María de Zayas
Una mujer en cuatro siglos, porque cuatrocientos años nos separan de la vida de María de Zayas.
CREADORAS LETRAS
Aproximados, eso sí: poco sabemos de la que fuese coetánea de un tal Lope de Vega —entiéndase la referencia para clarificar lo mucho que sí sabemos de él—, más allá de que naciera en Madrid por el 1590 y que habitara la capital entre 1621-1636 y Zaragoza entre 1637-1647.
Fue precisamente en la ciudad aragonesa donde publicó sus dos colecciones de novelas cortas: Novelas amorosas y ejemplares (1637) y Parte segunda del sarao y entretenimiento honesto (1647), que se editaría más tarde como Desengaños amorosos. La estructura del capítulo hace un guiño a la propia estructura de estas novelas, donde, partiendo de una reunión, se comienza a narrar cuentos breves para el entretenimiento de los presentes, que vienen a resultar siendo moralejas con tintes realistas de la sociedad, la picaresca española y el lenguaje barroco. En palabras de Jana Pacheco, dramaturga y experta en la autora:
‘Son muy abundantes los elementos fantásticos como los sueños proféticos (“Aventurarse perdiendo”), los fantasmas que avisan a los vivos de los peligros (“El traidor contra su sangre”), la telepatía (“La fuerza del amor”), la aparición de la virgen (“El verdugo de su esposa”) o el diablo (“El jardín engañoso” y “La perseguida triunfante”). Otro de los elementos más distintivos de los relatos de María de Zayas fue su preocupación por la restitución moral y social de las mujeres. A través de sus personajes femeninos, la autora denuncia la violencia estructural ejercida contra las mujeres de su época y la falta de acceso a la educación y la cultura:
Por tenernos sujetas desde que nacemos vais enflaqueciendo nuestras fuerzas con los temores de la honra y el entendimiento con el recato de la vergûenza, dándonos por espadas ruecas y por libros almohadillas.’
Lo cierto y verdad es que a María de Zayas se la olvidó. Poco a poco, con el trabajo de muchas mujeres que dedican sus carreras profesionales a la recuperación de las referentes, se ha podido llegar a la obra de autoras del Siglo de Oro, como lo fuera ella o la misma Ana Caro, a la que también se le hace referencia en el capítulo bajo la reseña que ella misma escribe sobre Zayas.
Se decide hacer un guiño de igual forma con “La prevenida dispuesta” (título que viene de la novela El prevenido engañado), y situar a una María asaltada en medio de la noche por un espectro que le advierte de su terrible destino en la historia. Aún así ella acepta continuar con lo que mejor sabe hacer, escribir, qué si no.
Los guiños continúan, en este caso a su novela El traidor contra su sangre: “Haré que la infeliz hable después de haber sido asesinada, como un fantasma que de la nada viene a redimir el cuento”. Y es que en Zayas era muy típico que los muertos volvieran a la palabra en modo fantasmal para hacer una advertencia. Un extracto de este momento referenciado:
‘A vista tan lastimosa, quedó don Enrique casi sin pulsos; que a su parecer juzgó que ya el alma se le apartaba del cuerpo, sin tener valor para apartarse, ni allegarse, porque todo el cuerpo le temblaba como si tuviera un gran accidente de cuartana. Y más fue cuando oyó que de donde estaba el sangriento cadáver salía una voz muy débil y delicada, que le dijo:
-Ya, esposo, no tienes que buscarme en este mundo, porque ha más de nueve horas que estoy fuera de él, porque aquí no está más de este triste cuerpo, sin alma, de la suerte que le miras. Por tu causa me han muerto; mas no quiero que tú mueras por la mía, que quiero me debas esta fineza. Y así, te aviso que te pongas en salvo y mires por tu vida, que estás en muy grande peligro, y quédate a Dios para siempre.
Y acabando de decir esto, se tornaron las puertas de las ventanas a cerrar con el mismo ruido que cuando se abrieron.’
Cerramos con una cita textual: ¿Qué más desengaño aguardáis que el desdoro de vuestra fama en manos de los hombres? (…) ¿Es posible que con tantas cosas como habéis visto y oído no reconozcáis que en los hombres no dura más la voluntad que mientras dura el apetito, y acabándose, se acabó?