Carolina Coronado

CONTINÚA LEYENDO

El retrato de Carolina Coronado al que se alude en el capítulo es un óleo sobre lienzo que pintó Federico de Madrazo y Kunt hacia 1855 (quien también pintara a Gertrudis Gómez de Avellaneda hacia 1957) y que, actualmente, está expuesto actualmente en una de las salas del Museo Nacional del Prado.

CREADORAS LETRAS

También ha estado expuesto, recientemente, en la exposición temporal Invitadas. Fragmentos sobre mujeres, ideología y artes plásticas en España (1833-1931), que permaneció del 6 de octubre de 2020 al 14 de marzo de 2021; aunque durante mucho años ha estado guardado en los sótanos del museo.

Este retrato fue pintado poco después del fallecimiento de su hijo primogénito, lo que hace que el retrato evoque a su vez la visión de la vida que tenía Carolina (ensoñadora y de carácter atrevido) con el sentimiento de melancolía y el dolor de la pérdida. 

La unión de esta autora con los museos de la ciudad de Madrid no se queda en el Prado en lo que respecta a nuestro libro, ya que hemos querido también recuperar una de sus herramientas para hacer lo que hacía desde bien niña: escribir. Así pues, traemos al capítulo el escritorio original de la literata de Almendralejo, que actualmente se encuentra en el Museo del Romanticismo de Madrid. Con estas dos referencias geográficas, queremos invitar a visitar ambos museos y acercarnos un poco más a la figura de autoras como Carolina Coronado, desde otros lugares, más allá de su escritura.

Por otro lado, fue su escritura lo que la llevó a formar parte del Liceo Artístico y Literario de Madrid. No es casualidad que la sede principal del Liceo (el Palacio de Villahermosa) ahora también sea la sede de un museo: el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. En contra de lo que sucedía en el siglo XIX con el Ateneo de Madrid (cuya primera socia fue Emilia Pardo Bazán en 1905), ya en las Constituciones de la institución no sólo no se negaba la participación de las mujeres, sino que éstas podían formar parte de él como facultativas de alguna sección. El Liceo acogió, además de a Carolina Coronado, a Gertrudis Gómez de Avellaneda y fue el lugar donde ambas dieron sus primeros pasos en la literatura de un modo reconocido como sus congéneres masculinos.

Cabe destacar, por otro lado, que se conservan pocos escritos de Coronado, sin embargo, desde la Biblioteca Nacional de España, situada en el Paseo de recoletos (que también aparece reseñado en nuestro libro), se realizó por el centenario de su muerte en 2011 una exposición conmemorativa que recogía tanto objetos personales como obras y parte de la historia de vida de Carolina y, en los archivos de este mismo lugar, pueden encontrarse algunas de sus obras, tanto en formato papel como digital.

Otro aspecto a destacar de la vida de esta literata que ha resultado inspirador para construir el relato del capítulo es su enfermedad. Carolina Coronado sufría catalepsia y, más de una vez, fue dada por muerta. De ahí que ella tuviese miedo a que la enterraran viva y generase una relación con la muerte que la llevó a diagnósticos de histeria y locura, siendo tratada de loca durante gran parte de su vida. Nos parece importante señalar este juicio hacia la locura de las mujeres que tan presente ha estado en los relatos históricos hegemónicos y que, al indagar, tenía mucho más de contextual de lo que aparentaba. Esta relación con la muerte, a su vez, hizo que Carolina quisiera ser retratada y, de alguna manera, inmortalizada, de ahí el uso de un verso de uno de sus poemas para dar título a este capítulo: De la inmortalidad al templo. En uno de sus poemas escribió estos versos, en los que se puede ver también su relación con la muerte y con la catalepsia:

Dios quiere que aun el día no llegado

a mi vida en su plazo, todavía;

resignación le falte al alma mía

para dejar mi triste suelo amado.

Además de poesía y novela, Carolina escribía artículos y ensayos. Escribió un artículo titulado Galería de poetisas españolas contemporáneas, que utilizó para promocionar y animar a otras literatas a continuar usando sus plumas así como para reflexionar sobre la poesía y las poetas, pero también ensayos como el polémico escrito que llevó a cabo comparando la obra literaria de Safo de Lesbos y Santa teresa de Ávila y, por ende, vinculando la poesía de corte lésbico y homoerótico con la poesía mística de la santa. Este tipo de acciones muestran el carácter atrevido, progresista y activista de la autora, pero también otros aspectos de su vida como: las tertulias que organizaba en su palacete de la calle Lagasca (en la embajada de EEUU donde residía con su marido, el secretario de la embajada, Horacio Perry), las acogidas y refugio que daba a los liberales perseguidos por las tropas carlistas en ese mismo lugar, presidir la sección femenina de la Sociedad Abolicionista Española para erradicar la exclavitud o sus escritos proto-ecologistas y proto-feministas que ponían de manifiesto sus ideales en pro de la transformación social.